Día de la madre. Todo por celebrar, excepto lo político.

Transformación, el inicio de la trascendencia al otro ser, matrescencia.
Ser madre nos convierte. Lo digo con convencimiento. Dejamos de ser aquello que fuimos siempre para habitar nuestro cuerpo, nuestra alma, con otro concepto de nosotras mismas que se propaga a horizontes que se borran.
Nacer de nuevo, en el propio momento de parir.
Parimos, morimos y nacemos. En ese orden.
Con nuestra criatura en los brazos, nos dejamos ir.
<<Mamá siente que no llega>>
En aquel mismo instante en que conocemos que albergamos vida dentro de nosotras, el instinto de protección asalta nuestros sentidos.
Algo nos agarra la garganta y nos hace gritar más que el miedo. Rugimos como leonas que protegen a sus crías de la amenaza externa.
La madre no es perfecta.
Mamá comete errores y pide perdón cuando se equivoca. Sí, a sus hijas.
Mamá se satura, siente que no llega y es un continuo aprendizaje entender que no pasa nada si pide ayuda.
Mamá grita a veces, porque no siempre sabe gestionar situaciones que le sobrepasan.
Mamá se culpa, llora, se rechaza.
Mamá se exige y no se cuida lo suficiente. Pero mamá es inteligente, y se recuerda que es la mejor madre que su hija puede tener, y sabe que lo está haciendo lo mejor que sabe, lo mejor que puede.
Mamá es divertida y cariñosa.
Mamá es refugio, es la calma que sus crías necesitan tras el llanto, los brazos que las recogen cuando les acecha el miedo.
Los besos que las despiertan son los nuestros, cada día.
Mamá está en cada visita médica, mamá es solución en cada piedra del camino.
Mamá es una palabra de consuelo, un gesto de amor que amansa la rabieta.
Mamá dibuja los sueños en las mentes de sus hijas, besan sus alas para que alcen el vuelo.
Mamá sujeta mientras descubren que son libres.
Mamá aúpa en el salto, es el aliento que les confía en el camino, en lo atrevido, en el reto, en la mirada al espejo.
<<Ser madre es una responsabilidad social no correspondida>>
Aún así, mamá es invisible. Sus cuidados, su desempeño, su dedicación.
Las madres todavía cuidamos sin ser cuidadas. Nos aventuramos en esta experiencia a sabiendas que nos van a mirarnos.
No tenemos cabida porque saben que no abandonaremos a nuestras hijas.
Ser madre es una responsabilidad social no correspondida.
Frenamos en seco nuestro medio de vida abriendo la puerta a la precariedad.
Seguimos siendo castigadas por ser madres, y culpadas por el sistema cuando no lo somos. Sí, ese mismo que se hace el sordo entre tanto ruido.
Las madres seguimos a la deriva, maternando sin derechos.
Nos han contado que debemos incorporarnos al mercado laboral cuanto antes porque esto es "igualdad", pero no podemos hablar de igualdad en procesos fisiológicos, sexuales y reproductivos que son diferentes por sexo.
Nos han contado esto para anestesiar nuestra elección real, premiando a las empresas que discriminan a las mujeres por ser madres. Porque sí, las mujeres seguimos siendo discriminadas por ser madres.
Si decidimos la crianza, nos hacemos dependientes y precarias. Si nos decidimos por el sistema productivo, malvendemos nuestro tiempo, el de nuestras hijas y dejamos de atender como necesitamos nuestra crianza.
España va a la cabeza de Europa en pobreza infantil, y por tanto, en lo que concierne a la economía de las madres.
Ser madre en un país como España se ve negro, sin políticas que nos protegen, sin garantías.
Necesitamos conciencia social de los cuidados, ponerlos en el centro, porque son el sostén de la vida.
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