'La maternidad es sin duda, la experiencia más trascendente, más feroz, a la que las mujeres nos enfrentamos en toda nuestra existencia'
Llevo días compartiendo conmigo misma, como hago desde que era pequeña, hablándome en alto, en un acto de "autoamor", de entenderme y sostenerme para no caer. Diría, absurdamente, para no olvidar mi voz.
Lo cierto es que, incluso en ese acto de amor, caigo.
Nadie oye la caída a pesar de estrepitosa. Me hace convaleciente a veces. Otras resulta ser una contusión, en ocasiones ruedo con fuerza las escaleras. Sea como fuere, es sigilosa, como el viento cuando silva lento y baila juguetón la cortina.
La maternidad es sin duda, la experiencia más trascendente, más feroz a la que las mujeres nos enfrentamos en toda nuestra existencia.
Salvaje, primitiva.
No cabe duda que suscitamos el amor más psicodélico que toma tierra biológicamente con el parto de nuestro ser divino que es nuestra criatura.
Sin embargo, la maternidad con dificultades añadidas, como una patología, es aún más discreta, provocando una expansión social y callada del brazo invisible de la carga.
Del desgaste.
La erosión de las partes más imperceptibles de nuestro cuerpo, las más recónditas, de difícil acceso, como un cenote inmenso entre montañas magnánimas.
Nadie ve, nadie escucha, nadie siente.
Allá donde buscas comprensión, allá donde pretendes encontrar sosiego, solo hay palabras vacuas de sentido, intranscendentes, dañinas.
Con suerte, vacío y silencio.
Mi hija nació con una patología que nadie ve más allá de una cicatriz.
Eso significa que cada gramo de sus días vividos en un hospital, en terapias de logopedia, fisioterapia, psicólogo, en cada visita al especialista, en cada una de nuestras charlas preparatorias de lo que viene para seguir sosteniendo su vértigo y el mío, se reduce a una cicatriz.
Una cicatriz.
-“Bueno, tiene solución, es lo importante” - susurra la media sonrisa, imagino, buscando dar una tranquilidad no solicitada e imposible.
Se me olvidaba que debo dar gracias por respirar.
'Hemos normalizado lo que tenemos, lo han normalizado, de una forma tan cruel como divina'
Hemos normalizado una vida que no es la normal.
Hemos normalizado sus terapias, sus visitas al especialista, las pruebas, las interminables pruebas, y visitas, y tratamientos.
Hemos normalizado lo que tenemos, lo han normalizado, de una forma tan cruel como divina.
Tan necesaria como insignificante.
Y lo que no se nombra no existe.
Y te ves ahí, apagando un fuego imparable que se come el bosque, la casa y deja las entrañas por dentro carbonizadas, pero nadie te ve sofocándolo. Nadie ve el humo ni lo huele, nadie puede verte con el hollín en la carne roja, irritada, pidiendo a gritos sordos que lleguen refuerzos, porque el refuerzo eres tú.
Y verbalizarlo se me hace bola, y siento que se hace pesado a ojo ajeno cuando lo pesado lo llevo en mis hombros, en los suyos.
En los suyos.
Y decir entre dientes “estamos bien” cuando quisieras gritar que no, y huir, pero no puedes, porque si te vuelves a caer por las escaleras, si vuelves a rodarlas, levantarse luego duele.
En estos días que hablaba alto, como suelo hacer para escuchar de cerca lo que pienso, cuando quiero profundizar en las cosas importantes que suceden en la vida, se me venía a la cabeza un fragmento de la narrativa corta “Matrescencia” que escribí hace un tiempo.
<<Y nosotras estaremos ahí, como un banco que se necesita de vez en cuando para recuperar el aliento.
Seremos el abrigo para las mañanas de frío, el calor del invierno, el abrazo en el dolor, la calma en el caos al que las hemos traído, que también pesa>>.
Pienso en ese banco que soy yo para mis hijas y cuánto quisiera sentarme en él para descansar un rato y coger aliento.
No recordaba que costase tanto, el aliento, recuperarlo. Incluso soltarlo tiene su precio.
Cuántos juicios no tiene un suspiro.
Las madres somos resistentes, mas somos humanas, y eso nos hace igualmente vulnerables.
A ti, si estás sofocando un fuego o rodando escaleras.
A ti, que necesitas escuchar que lo estás haciendo bien.
Tan bien como sabes.
Tan bien como puedes, y eso es suficiente.
Irene Carrasco
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Comentarios
No podrías haberlo hecho mejor,la narración de una realidad impecable transcrita,tienes mano ágil que recorré lineas que tú consciente dirige,pero tú narración que se puede vivir no es comparable con tu inmenso saber estar como Madre.